Picasso

En el principio era el verbo. La acción y reacción de una guerra de almohadas El acto y efecto de besar, caminar, fotografiar. Me gustan particularmente esas fotos en que saltas por medio segundo, y yo intento capturarte en el aire pero tus pies borrosos rosan la alfombra. Tú y yo vencemos al tiempo, o esa es la idea. Antes el tiempo venció a jóvenes amantes, a otros, tersos y hermosos. Pero ya no más, no con nosotros. Se acabó la tiranía del tiempo. Llega el otoño y el tema es el viaje. Nos miramos en diagonal, yo veo la mitad de tu cara y tu la mitad de la mía, Con el otro ojo vemos el camino, el faro, la torre, el mar. Los pequeños cangrejos rosáceos nos rosan los tobillos, la espuma fría queda atrás, deshaciendo nuestras huellas mientras nosotros fabricamos más. Como dice Bogart, el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos. Seis meses más y viene el trabajo, el pan y el vino. El trabajo, el pan, el vino. Vienes una semana, voy una semana. Trabajamos juntos. Tú y yo no nos miramos más. Avanza cada uno, vista al frente, confiando en que el otro está. El otro está. Somos compañeros, somos compañeros, me repito. Pero llega un día de enero y tu cumpleaños me pilla de sorpresa, De a poco pierdo las ganas de impresionar a tus padres. Un día martes (siempre es martes) pienso que ya ha sido suficiente. Envejecemos mal, y no quiero más resentimiento. La webcam denigra las lágrimas; no puede ser que las piedras que sudan tus ojos se vean borrosas, lentas, incómodas en mi pantalla. Me muerde el alma una hiena, Me sigue mordiendo meses después. Llegan abriles y llega la paz, Oh la paz. Llegan abriles y llega el silencio La almohada sola, la noche. El infaltable y que tal si La continuación El alma que no llora Y que camina por tanto en silencio Entre los altos cipreses negros del olvido Dicen que los finales no son más que nuevos principios, pero la dura excepción es, por supuesto, cuando ese final se trata del último.