Mármol quebrado entre caderas, A veces un elefante que desliza lento Que eriza ciertas cosas que odio. A veces una cadena, recogiéndose sobre tus muslos A veces solo hablo contra tú alma, Encogiéndose y agigantándose por luchas elementales. Vuelta azul como el amarillo que cae de ti. El café de tu superior recuerda lo amargo y la madera adobada. Puedo sentir como poco a poco se purifica el color de los tigres que rugen tras tus encantos. Desconozco las nubes que subyacen tras ciertas cosas, unas escenas, unos cielos y algunas declaraciones. Veo crepitar a lo lejos tus locuras y las mías, Tus quejidos al mundo y los míos. Puedo ver a lo lejos desangrarse a las lágrimas, Y ver cómo cantan los ardores en frío. Veo de lejos y de cerca a la mujer que eres, Felina y formada, como una campana que agito a golpes. Cargada de hombros y de una niña que no se desvanece. Veo que estás hecha de vestidos blancos, que eres la irrupción del sueño de quienes se levantan a medianoche. Veo y veo y veo. Lo repito. El futuro de los sueños que se tienen despiertos. El futuro de dos extranjeros que encuentran su patria. El futuro de dos extranjeros cuya patria es el otro. Veo a dos seres arrojados al mundo, que se miran de ojos y se cruzan palabras, Que emprenden camino, por las salvajes carreteras soleadas, de lo bello, lo cierto y lo sublime.