Parque las esculturas

Con los años he perdido de a poco la vergüenza de expresar emociones, y este breve texto, colinealmente, espera decir solapadamente una de mis directrices más recurrentes. La poesía, y la belleza, vienen de un lugar que nadie parece entender realmente; no nos culpemos, ni a nosotros ni a otros, cuándo no veamos belleza donde otros han visto, o donde otros han supuesto que debiesemos ver.

La poesía, y la belleza, no las controla nadie, y sin embargo, y sin embargo, me da la impresión de que sus más hondos secretos caben por completo en una sola palabra. Una que jamás la humanidad ha pronunciado, y que los grandes textos nos hacen sentir en la punta de la lengua. La vieja historia del Golem, un hombre de piedra al cual una sola palabra insufla vida, no es sino la historia de toda la humanidad. ¿Qué otra cosa puede ser el amor?

Es precisamente esa declaración de amor que no tuvimos, esas citas que jamás terminaron, la belleza, y la poesía, de lo que fuimos.

La próxima vez que vaya a un museo, y la pieza principal de la exposición, custodiada por láseres que cuelgan de los techos, no le diga nada, lo que es nada. No se sienta mal, es usted un poeta.

Y si algún día llega a hacer una declaración de amor, a poner corazón y tesoro en un par de palabras que como hemos dicho, no tocan lo que se quiere decir realmente, y esa declaración a su destinatario o destinataria no le dice nada. No se sienta mal, es usted un poeta.

Y si se pregunta usted, luego de eso, si el amor realmente puede existir, sepa bien que el amor ya ha existido. No en la declaración, sino en la conversación del desayuno, en la piscola compartida, en la vista unida de un parque. Quizás la poesía se trata de eso, menos declaraciones de amor, menos sufrimiento, y acercarse cada vez más a tocar la sensación maravillosa de una piscola compartida un domingo de enero a las 9 de la mañana en un parque cargado de esculturas. Ese es el verdadero sentido de la palabra des-ayuno. Si hoy está en sequía, no se preocupe, es usted un poeta, y le aseguro que vendrán mil mañanas cargadas de desayunos.

No nos culpemos, no tenemos la culpa. Hoy, hoy es siempre todavía.