A quién enciende mis turbinas y me hace volar a trece mil pies de altura. La única mujer que llena mis mañanas con rosas y pistolas con sus manos, su sonrisa y su corazón, transparentes como la lluvia. La única mujer que con su mirada envuelve en papel de regalo todas las aves y todos los árboles del mundo. La única mujer capaz de hacer llover florecitas amarillas y diamantes en los parques, de beber a mi lado hasta exterminarnos juntos. -Rafael Chaparro
Desembolsaste tus armas puntiagudas como si fuesen triángulos, abriéndose, señalando lugares y destinos. De alguna manera me hiciste viajar la piel, y aparecieron tus fieras por un segundo frente a mis ojos, tal como si fuesen pirámides labradas a mano, por hombres cuyas lenguas cortaron y que callan ahora y para siempre el secreto esplendor de tus pechos. Como todos tus amantes ando callado, vagando por los parques preferidos de los pájaros, bajo faroles brillantes, enmosquecidos. Somos los mismos, los que te hemos amado en distintos bares, es el mismo alcohol, que hemos bebido todos de tu sangre. Nos une una fraternidad hermosa, una enfermedad compartida, el viaje común a la cúspide de tu cuerpo. Los caballeros, a diferencia del estúpido refrán, tienen que tener memoria, no lengua, si es que no es para tu pelvis. A mí, por diversas razones de la vida, se me había perdido la voz y la encontré en tu pecho. Cuando por primera vez, primavera, fuimos solos, me sentí inmolado en el color de tu pelo primigenio. Me sentí armado para siempre en tu maíz tostado, en el árbol conjunto de tus labios, y la ración oblicua del pan en tus orejas. Te vi tan densa como una lista de compras, o un trozo de queso lleno de agujeros. Y tan simple y tan sencilla que desee por un instante que no te fueses nunca. Eras una piedra negra, una castaña, una guitarra española, una curva sobre la que deslicé y deslicé, como si fuese un anillo. Y en el acotado contorno de tus muslos, de tu lencería de miel, de tus mil vueltas de trompo, caben tantos mundos distintos que creí haberlo visto todo. Entre decirte, y no decirte, se bisecta el universo, En un parque pinto pájaros y en el otro estamos juntos. Y cuando estamos juntos, estamos juntos, y mueves las caderas al viento, al polvo silvestre que pillan los rayos de luz, y nos despierta la mañana misma. Honestamente yo no entiendo mucho de esferas, pero cuando sacudiste tu cuerpo oí el retumbar de cien mil pelotitas dentro de tu estómago y soñé con que nos metíamos el uno en el otro, desayunando la miel de la luna que encendemos juntos. Para que nunca, nunca calles vamos a hablar de palabras de alcohol, fiesta y sudor, de la ciencia sin palabras o del deporte sin lamento, solo de una piel blanca que llora manzanas blancas, azarosas como los arándanos que te coronan los senos. Sobre el reverso del cuello, sobre el ascenso del rumor de tu lóbulo ardiente ardiente como el sol que se escabulle en la cortina y le da mal sabor al domingo. Seamos otra vez la mordida del fuego devorándonos la vida hasta atragantarse, Con tantas palabras que te envuelven las venas y nos recorremos un rato para terminar implotando juntos, exterminados de fines o de lágrimas. Hay que saber que somos pasajeros de trenes eternos, que tú y yo nos vamos pero ese beso de blancanieves amarilla que me sembraste un jueves, no muere, no muere y no muere. Todo será rescatado por jóvenes candentes que hicieron las cosas más rápido que acabaron atacándose a labios, a furias, esa tarde nuestra en el parque. Ya hay que ser un poco más valientes, un poco más «ven aquí y tómate este whisky que me brota del alma» un poco más «mira esa estrella, no es tuya, no te la dedico, pero sería lindo sentir tus labios diferenciándome la vida bajo su luz luz luz». Un poco más valientes, más calmados cuando se habla de dios o de amor o de marihuana expandida por kilómetros y kilómetros porque el amor ya está gastado, y dios ya está gastadísimo; Quedamos nosotros, que somos jóvenes e incluso somos hermosos, que tenemos que reinventar mil ruedas y así armarnos carrozas de fiebre hacia la noche el deber de revolotear en tus adentros hasta marearte para aceitar la esperanza con el oleo que deja tu pelo acalorado sobre mis hombros. Te quiero un poco más alive, más ven por mi y abrázame y dime al oído que nos quedan noches cálidas perfectamente empaquetados como esferas celestes. Buenas noches, quiero que duermas pésimo si es que así duermes conmigo una explosión azul en el pecho cuando callas mujer, te tengo que besar pronto no aguanto la mirada de tu vientre ni su desnudez. Ya vamónos al cielo ya iremos al cielo. Eres la única que me lleva hasta el cielo sin pasar por la tierra, porque tú y yo, no estamos para valores intermedios.
Te veo muy amarrada, ya quiero ver como te desprendes poco a poco, primero ponte descalza, ponte cómoda, encuéntrate un lugar en mis brazos, incéndiate de vida, quítate los miedos, los prejuicios, los sostenes, tomémonos la vida de la copa de tus pechos, amoldando tu cuerpo a mis manos, mi cuerpo a las tuyas, no hay prisa, tomémonos la vida entera, asciende una llama por mi cuerpo, desde los tobillos hasta la frente, asciendo un contacto con tu historia, por tu piel déjame tocarlo todo vamos de a poco un beso en la frente y es todo desea el tacto desea desea desea verbaliza el calor que embarga la cabeza el vientre el futuro olvida las sábanas la luz la oscuridad solo nuestro encuentro solo sentir tu peso sobre mi cuerpo sentirte persona sobre mi exprimir tus muslos a besos a cercanía a proximidad a paraiso falta mucho mucho mucho quiero besos quiero ardor habla sin palabras usa la lengua destruye todo lo que veas endiosate y dóname la lengua para hablar contigo mientras juegan nuestros pies nuestros tobillos que suenan la cama está olvidada es el paraiso el calor que no se agota nunca no te calles no te frenes no te amarres suélta tu pelo quiero verte vertirlo hacia atrás cuando tape tu cara un poco de sufrimiento una mordida de limón un poco más rápido más feroz más fuego ya quítate todo ya siente espéremos un poco mirémonos mucho si tienes vergüenza no es momento nos vestimos y para otra yo quiero una divinidad una contemplación entreguémonos los cuerpos y recibámonos los cielos quita el arco que me rodea la cintura siente su cuero negro sus espinas abrázame y que tu pelo alado descubra tu cuello para contarte un secreto cierra los ojos a la cuenta de cinco te daré un beso, uno, dos, tres, cuatro, cinco, sin beso solo mírame ponte más cerca todo tu peso encima aplástame fúndeme únete cobre fundido derritiéndolo todo sobre mi cama vámonos de aquí háblame un poco fumemos unos puros en palabras sencillas que no suelo decir me gustas más que la chucha callate no hablemos esta noche solo besos y así fue que conversamos por horas solo dos cuerpos conversando conversando sin parar con todas esas palabras que dicen tus pechos tus manos tus pies con toda esa labia que tiene tu cuerpo hay un teorema que dice que las curvas dividen al espacio en dos partes una infinita y afuera y una finita y adentro contigo armamos curvas distintas distintas lo que guardamos juntos es también infinito en un beso nuestro caben diez universos. Terminamos disparatados exterminados hasta dormir juntos y despertar con sol con la mañana con el nuevo mundo sembrado de semillas vamos salgamos fuera no hay tiempo que perder.
Después de terminar el ambiente se aligera, y ambos comenzamos las diligencias del caso. Es importante tomar ciertas precauciones sanitarias e higiénicas, ordenar aglomeraciones de almohadas y desenredar las trenzas a las que naturalmente tienden las sábanas y los cubreplumones. Luego viene el momento crucial, aquel que te diferencia de toda otra experiencia posible, y que confirma la perfecta adherencia de nuestras aperturas. La noche se vuelve simple y magnifica. Mi pecho acomoda tu cabeza, y me divierto moviendo tu pelo macerado, que traviesamente se posa en mi cara. Es hora de dormir, dices, a lo que asiento coquetamente sin dejar de abrazarte. Estoy dispuesto a esperar hasta el último instante. Siento tu cuerpo despegarse, y lo veo caminar hacia el interruptor de la luz. Que fortuna es contemplar tan sutil espectáculo. Ya no te veo claramente, pero te oigo volver. Nos abrazamos nuevamente, en total tranquilidad. Finalmente nos volteamos en direcciones opuestas, realmente hemos de dormir. Solo así podremos repetir nuestro ritual mañana. La magia ha ocurrido ya, y como buena maga que eres, nunca se desvelan tus secretos.